1. Llevá a ebullición las frutillas frescas (500 g) con el azúcar (150 g) y 80 ml de agua en una cacerola mediana. Reducí el fuego y cociná a fuego lento hasta que las frutillas estén muy suaves y empiecen a perder su color, de 9 a 12 minutos. Retirá del fuego. 2. Con una espumadera o cuchara ranurada, transferí las frutillas a un tamiz fino colocado sobre un tazón pequeño, dejando el jarabe en la sartén. Presioná las frutillas para extraer la mayor cantidad de jugo posible; desechá los sólidos. Agregá los jugos colados al jarabe en la sartén. 3. Volvé a llevar el jarabe a ebullición y cociná hasta que espese lo suficiente como para cubrir una cuchara, de 6 a 8 minutos. Dejá enfriar un poco y luego transferí a un recipiente hermético. (Deberías tener un poco menos de 150 ml de jarabe). Cubrí y refrigera hasta que esté frío, al menos 1 hora. 4. Mezclá el helado de frutilla, ligeramente ablandado, con 80 ml de leche entera y 120 ml de jarabe en una licuadora hasta que esté suave, espeso y cremoso. 5. Vertí el licuado entre 2 vasos, dividiendo uniformemente, y decorá cada uno con crema batida en lata y 1 rodaja de frutilla si lo deseás. Serví con pajitas.